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Libros
Ensayos sobre el Comercio de Servicios
Homenaje al prof. Francisco Prieto S.
Reseña
Semblanza del prof. Francisco Prieto S.
Por Dorotea López Giral, Directora del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
Este libro pretende ser un homenaje a quien no solo destacara por su profesionalismo y sus conocimientos en materia de servicios, su capacidad negociadora en diversas instancias internacionales emprendidas por el gobierno de Chile y que formara en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile la línea de estudios de política comercial, sino también para quien es un referente en lo humano y amigo para muchas y muchos de nosotros.
Francisco Prieto es reconocido por haber sido pionero en el estudio de los servicios, su participación en negociaciones internacionales en servicios y por su preocupación por el desarrollo de los mismos como una alternativa para el desarrollo de los países. Entendía, como pocas personas, cómo se identificaban y se abordaban los temas y desafíos relacionados a los servicios y su comercio. Sus trabajos en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) y en la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) lo posicionarían rápidamente como un referente regional en estas materias. Mientras dedicaba una primera parte de su vida a los organismos internacionales, donde conocería a Manuel Agosin y otros destacados economistas con los que permanentemente continuaría intercambiando ideas. Es de esta etapa que nace su conocido grupo Cepalino de los jueves, una reunión en la que con antiguos colegas de la época de CEPAL discutían sobre los más variados temas, contrastando sus opiniones y formas de ver el mundo, tratando de resolver los problemas actuales, emergentes y estructurales de las sociedades humanas, como de Chile en particular.
Su conocimiento pionero de los temas de servicios lo llevaron a participar en las incipientes negociaciones internacionales en estas materias cuando se creaba el primer acuerdo sobre el comercio de servicios, con sus entrañables amigos Sebastián, Fernando y Françoise. Luego sería negociador jefe del capítulo sobre comercio transfronterizo en las negociaciones entre Chile y Estados Unidos, asesor de los directores de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales y jefe del Departamento de Servicios de ProChile de la cancillería chilena, con sus jefes y después compañeros de ruta Alicia Frohmann, Andrés Rebolledo, Alejandro Jara y Mario Matus.
Su confianza escondida en la integración latinoamericana, y en el rol que los servicios podían jugar en ella, lo llevó, con la complicidad de colegas de diferentes países de la región, entre ellos Alan Fairlie, a formar LATN, la Red Latinoamericana de Política Comercial. Esta instancia de discusión y debate, formada por académicos y académicas de diferentes países de América Latina, buscaba sentar las bases de una comunidad intelectual de expertos latinoamericanos abiertos a perspectivas alternativas y a la construcción de metodologías acordes a los objetivos de temas tales como el comercio, el desarrollo y el crecimiento. Asimismo, buscó integrar a profesionales de diferentes organizaciones vinculadas con el comercio, tejiendo redes dentro del gobierno, los organismos internacionales y la academia. En ese sentido, extendió invitaciones a participar en cursos y encuentros a expertos como Fabián Villarroel o Sebastián Herreros, las que se prolongarían en largas pausas de café y conversaciones tras las sesiones formales en las que discutir la relevancia de los temas aduaneros, o el futuro de la integración regional.
Pero su convicción fue más allá de los servicios, seguro de que era necesario el análisis, la discusión y el estudio de las diferentes aristas que tiene la política comercial. Por ello, siempre tuvo un especial interés en la formación de nuevos profesionales e incluyó en sus cursos los temas comerciales como prioritarios. Una permanente preocupación fue formar nuevas generaciones que pudieran continuar esta labor, tanto en el sector público como en la academia. Evangelizaría en la materia a muchos de nosotros, como Ana Novik y Paulina Nazal, quienes continuaron su trabajo en el gobierno de Chile, creando el Departamento de Servicios en la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, o Rodrigo Cuevas y quienes escribimos esta semblanza, que desde la academia hemos continuado estudiando y enseñando estas materias. Sin duda, quienes lo vimos como un mentor, reconocemos su influencia y todo lo que aprendimos de él en nuestros propios trabajos. También se ha transformado en un referente para quienes han continuado estos temas, como Sofía Boza y Oscar Douglas, que hoy lideran las posiciones chilenas en las negociaciones de servicios en el plano multilateral.
Reconociendo que existía un déficit en la formación profesional en Chile y la región en materia de política comercial, trabajó arduamente para que el Instituto pudiese tener en sus aulas, por primera vez fuera de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Ginebra, Suiza, el curso regional de Política Comercial, en el cual tuvimos la oportunidad de trabajar, viajar, reír y discutir estrechamente con Francisco. Este curso está destinado a formar a representantes de los gobiernos de América Latina en los acuerdos que administra la OMC, y busca que los países puedan comprender mejor y aprovechar los beneficios del sistema multilateral de comercio. En él innovó con la incorporación de mesas redondas de discusión, la invitación a profesores e investigadores de diferentes países y distintos perfiles y convicciones, y como siempre, puso su rigurosidad profesional, en la que, por ejemplo, nunca una carta fue enviada sin al menos una corrección de su parte.
Posteriormente, sugirió que debíamos aprovechar la capacidad adquirida y dar continuidad a este trabajo y formar un centro de estudios en política comercial, que capacitara a la sociedad civil, en especial a los periodistas en esta materia, esencial para el desarrollo de Chile. País con el cual siempre supimos tenía un inmenso compromiso y del que sus largas estadías en el extranjero nunca lo habían separado. Continuamos este trabajo, intentando acercar los temas comerciales a los diferentes actores de la sociedad, con cursos y diplomados, llegando a formar un magíster en Estrategia Internacional y Política Comercial y posicionar al Instituto como un referente nacional y regional en esta materia. Consciente de que estas temáticas no debían quedar reducidas al debate en la capital, propugnó por llevar estos temas a regiones, realizando actividades en diferentes partes del país. Para lograr el éxito del trabajo iniciado, participó sin titubeo en cada una de las peleas y discusiones que fueron necesarias: su determinación y capacidad profesional se unían a su increíble valor de defender sus ideas.
Es indudable que de forma permanente tuvo una fuerte vocación académica, situación atestiguada desde su inicio por María Teresa Infante, quien representa a muchos profesores y profesoras y estudiantes que compartieron con él durante todos los años que le dedicó al Instituto. Si bien el sector público y los organismos internacionales eran para él un lugar de acción y responsabilidad diferente, nunca dejó de estar presente en la enseñanza y el apoyo a nuevas generaciones. Sus estudiantes y colegas lo recuerdan con cariño y respeto, y hoy en sus diferentes posiciones profesionales y académicas en Chile y otros países de la región reconocen lo aprendido con él, pues lo caracterizaba una increíble generosidad con el conocimiento, el debate informado, el intercambio de opiniones y la revisión de trabajos y aportes de otros.
Siempre, en su generosidad disfrazada, decidió que era el momento de que las nuevas generaciones tomáramos el liderazgo de lo realizado, y decidió retirarse. Fiel a sus convicciones y consistente en su actuar, no nos dejó hacer ningún aspaviento a su partida. Siguió participando cada vez desde más lejos, disfrutando más de Viña del Mar y la vista al océano Pacífico, pero siempre sugiriendo nuevas ideas y proyectos. Sería entonces cuando su casa de Cochoa, que fue parte del imaginario colectivo de todos los que lo conocimos, fuera arreglada, peleada y finalmente vendida.
Desde entonces nos invitó regularmente a almorzar para brindarnos su apoyo y consejo solo cuando lo pedíamos. Pero si para hablar largamente de cine, literatura y buena mesa. Es de destacar no solo su estupendo manejo de los idiomas, la cultura, el arte, sino su maravillosa capacidad de conversar. Conocía todos los directores de cine, por seguro iba a contarte el final de la película en la emoción de recomendártela, criticaba cada serie de Netflix como un profesional y leía todo lo que estaba a su alcance, siempre regresando a la literatura inglesa con gran devoción. Cada conversación con él estaba teñida no solo por su conocimiento, sino también por su especial sentido del humor, de una fineza y agudeza única. Reflexiones que, tras una frase sencilla, escondía otras más profundas respecto de la política, la economía, el arte, las relaciones interpersonales, o el desarrollo humano. Él y Félix nos abrieron siempre su casa y nos escucharon, incluso regañándonos cuando era necesario, pero sobre todo apoyándonos incondicionalmente y defendiéndonos en cualquier instancia que lo ameritara.
Este libro es de alguna manera ese camino de agradecimiento que queremos hacerle a Francisco todos y todas los que lo quisimos mucho y que tanto aprendimos junto a él. Al hombre de los servicios en Chile como algunos lo llamaban, al profesor Prieto, a Pancho y Francisco. A quienes nos apoyó, no solo a ingresar al Instituto, sino también a adaptarnos a mundos que no conocíamos y que nos dio su cariño y amistad que se extrañan profundamente. Gracias por todo y gracias a cada uno de los autores y autoras que nos han apoyado, que lo quisieron, lo respetaron y les hace falta al igual que a nosotros.