Columna de opinión
Royalty, ¿por qué no podemos dar el tema por cerrado?
La demora de más de cuatro años del royalty minero debería llamar la atención pues contrasta con el fértil terreno inicial: una iniciativa popular, el consenso a nivel parlamentario, e incluso el apoyo explícito de la industria para aumenta su aporte fiscal. Se trata pues, de un tema que debía crecer y desarrollarse orgánica y transversalmente. Quizás esta aparente facilidad desordenó y volvió repetitivo el debate, que como un árbol con demasiadas ramas requiere una serie de podas, han requerido revisiones e indicaciones.
Cuatro acciones han sido clave en este crecimiento inorgánico. La primera es claramente la decisión política de instaurar un instrumento híbrido, con una componente sobre las ventas que innova en el marco institucional del país. Segundo está el desconocimiento técnico sobre las implicancias de los instrumentos en las decisiones de producción e inversión, que se suma al poco espacio entregado a la institucionalidad estatal sectorial y técnica en el diseño de la propuesta. Tercero está la confusión que generó la metodología para comparar la carga tributaria. Y en cuarto lugar la estrategia de situar la discusión en torno al tope máximo, que incentivó descuelgues de aquellos cercanos al tope para velar por su interés individual, erosionando una visión responsable de largo plazo del sector en su conjunto.
Cada una de estas acciones han mermado la confianza y la sobriedad técnica necesaria, desaprovechando el fértil terreno inicial. Necesitamos llegar a un acuerdo por el bien del país y del sector, pero aprendiendo de cada poda que se ha necesitado durante el proceso.